1 de diciembre de 2015

Brillar y brillar

“Lo que hace que sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad. ¿sería acaso más sincero si amputara de mí una parte de lo que soy?”. Es ésta una de las primeras frases que aparecen en la obra Identidades asesinas de Amin Malouf. Han sido muchos los debates abiertos a raíz de los recientes atentados terroristas de París. Los medios de comunicación se han inundado de analistas que intentan explicar los porqués del complejo contexto político internacional que estamos viviendo. Sin embargo, en busca de argumentos esclarecedores, ha sido la revisita al breve tratado de Malouf lo que me ha permitido encontrar un punto de partida desde el que empezar a comprender el asunto, quizá la brillante casilla de salida de esta oca mental que diariamente todos jugamos en nuestro interior. Ahora, como cuando lo leí por vez primera hace algunos años, sigo sintiendo que estoy ante un texto especial. Quizá se trate de la misma sensación inexplicable que se nos presenta fugazmente cuando terminamos de leer un clásico, de esos por los que no pasa el tiempo, en los que desde la literatura, empezamos a entender lo sencillo que resulta hablar de la complejidad del mundo si se hace desde la sensatez y el respeto.

Lo cierto es que el título de la obra es toda una declaración de intenciones. Podría ser incluso un eslogan de los muchos que actualmente vemos en las pancartas de las manifestaciones de cualquier movimiento popular, de hecho, pensándolo bien, podría ser el más adecuado. No es cuestión de negar una identidad, una opinión, un hecho, una reclamación personal; es cuestión de asumir nuestra diversidad, individual y colectiva, y por el mismo camino, no hacer que las diversas identidades de los demás constituyan un ataque a las nuestras. Porque como dice Malouf, a las personas se les insta a que sean de un bando u otro, a que elijan su identidad verdadera por encima de las demás. Si tenemos en cuenta que el mismo Malouf asemeja la identidad a una pantera que hay que domesticar, entenderemos que el hecho de ser obligados a elegir una identidad lleva implícito cierto componente violento, irracional.

Aunque el autor divida el libro en cuatro partes, el texto es tan redondo que podríamos escoger cualquier página al azar y seleccionar una oración con la que se escribirían tratados enteros. En líneas generales, Malouf trata de comprender por qué se han cometido a lo largo de la historia tantos crímenes en nombre de la identidad religiosa, étnica, nacional o de cualquier otra naturaleza. Caminando por la estrecha senda de la coherencia, como él mismo dice, no intenta buscar soluciones ni conseguir esa panacea que cure a la humanidad de todos los males generados por la identidad. Su misión es únicamente la de pensar con los pies en la tierra, bajarse de este barco a la deriva que nos arrastra a todos y realizar una reflexión lúcida que inquiete al lector, que le anime a desembarcar en el siguiente puerto.

En su condición de libanés emigrado a Francia, Malouf posee las características adecuadas para hacernos comprender cómo se forma una identidad personal a caballo entre dos civilizaciones supuestamente opuestas. Aquí está una de las claves de la creación de la identidad: la noción de alteridad, la construcción de identidades calcadas en negativo a la del adversario. Todas las culturas poseen en mayor o menor medida esta característica. Muchas veces la identidad del contrario puede ser utilizada para atacar y muchas otras se puede alegar a ella para defenderse, como comentaremos más adelante. La cuestión es que Malouf otorga una gran importancia a la identidad comunitaria pero no la sitúa por encima de la identidad individual. Viene a decir que cada individuo posee una identidad propia e inimitable que guarda semejanzas con los miembros de su tribu a la vez que dicha identidad personal puede encontrarse muy alejada de ellos. La generalización de una identidad de todos los miembros de una comunidad en forma de mensaje unidireccional es una lacra que impide ver con una mirada limpia la complejidad de la composición de las sociedades en las cuales encontramos tantas identidades como individuos.

Ahora bien, de entre todas las identidades personales, cada persona elegirá una por encima de las demás, sobre todo cuando se sienta amenazado por otras identidades opuestas a él. Tal es el caso de la propia religión. El imaginario mundial, construido desde occidente con el apoyo de la religión cristiana (y ésta apoyada en él), considera oriente, y en concreto al Islam, como el mayor de los enemigos, igualando a todos los Estados que lo componen, a todos los gobiernos que los gobiernan y a todos los individuos que los habitan. La imagen del Islam desde occidente es la de una tierra anclada en el pasado que históricamente siempre ha significado la tiranía y la barbarie, inundada de extremismo religioso y de un rechazo a los valores democráticos que, por supuesto, son pertenencia exclusiva de los propios occidentales. Es decir, utiliza la identidad para atacar al supuesto enemigo. Por su parte, el Islam la utiliza para defenderse generando un clima de desconfianza y tensión que Malouf sintetiza en lo que denomina La teoría del rencor.

Como todo el libro de Malouf, ésta teoría resulta válida para la mayoría de los conflictos identitarios surgidos en cualquier lugar del mundo y en cualquier marco temporal. Se trata de una cuestión de retroalimentación. La humillación constante a la que ciertas comunidades se ven sometidas sólo hace que aumente el nivel de indignación de éstas, que las afrentas soportadas durante años o, en algunos casos, siglos, produzcan el caldo de cultivo de la revancha cuyo nivel de atrocidad irá en relación directa con la rabia acumulada durante tanto tiempo. En todo momento y en todo lugar hay una civilización que se siente herida, que justificará todos sus actos en las vejaciones sufridas y que, ante todo, sabrá quién es el autor de las mismas, sabrá que hay alguien que merece un castigo, habrá encontrado un enemigo común al que hacer frente.

Existen muchas formas de combatir a ese enemigo. En ese sentido, el autor presta mucha atención a la negación de la modernidad que viene del otro. La cuestión también nos lleva inevitablemente a pensar en oriente y occidente. Toda la tecnología desde hace más de quinientos años ha sido fabricada por occidente a imagen y semejanza de occidente. Es algo que Malouf, lejos de condenar, alaba, pues considera que es totalmente legítimo que una cultura sea valiente y tome las riendas del progreso de la humanidad.

La cultura occidental es la abanderada del progreso, acercándolo o alejándolo de las distintas comunidades conforme a sus propios beneficios. En el caso de los musulmanes, el rechazo a la tecnología, sobre el papel, viene desde dentro. Aunque pueda decirse lo contrario, la cultura islámica intentó durante el siglo XIX y principios del XX imitar a occidente intentando igualarse a él. Pero cuando más necesitaba su ayuda, las potencias occidentales volvieron la cara a oriente, marginándolo una vez más. Desde entonces, oriente ha identificado al enemigo y se define en negativo a él alterando incluso el pasado de sus pueblos para llevar el enfrentamiento a los albores de los tiempos. Según Malouf, si quiere prosperar, un pueblo no puede venerar más su historia que su futuro. De igual manera, si no quiere ser marginado, debe evitar por todos los medios creerse el papel de víctima, lo que a la larga supondrá una vejación mayor que el propio ataque del enemigo.

Si bien Malouf no quiere aventurarse a pronosticar un remedio para la enfermedad, si que tiene esperanzas de poder controlarla o, como él diría, de poder domesticar a la pantera. Desde el punto de vista de la teoría política, entiende que los valores defendidos por la democracia son universales y deben ser los cimientos sobre los que sostener cualquier sociedad. Sin embargo cree que existe un problema en su aplicación. Muchas veces esa democracia se comporta de forma cruel adquiriendo tintes de la más deshonrosa de las tiranías cuando la más o menos amplia mayoría impone su ley sobre la minoría. Desde el lado del individuo, el libro intenta por todos los medios despertar la mente del lector para que salga de su letargo y mire el mundo en vista panorámica, comprendiendo las demás culturas y asumiendo sus posibles dos identidades. No obstante, más allá de este primer propósito que explica el qué, lo importante es centrarnos en el cómo. Y ese proceder pasa por intentar crear un identidad global fundada sobre el respeto que se sitúe en un nivel más elevado y supere a las demás identidades tribales haciendo que en un futuro, como concluye un esperanzado Malouf, los pobladores de esta tierra se sorprendan de que en algún momento tuvieran que escribirse libros como éste.


Desde mi punto de vista, aún a sabiendas de que todo resulta muy complejo, creo que la clave reside en saber que en realidad existe un abismo infinito entre lo que somos y lo que creemos que somos. O de otra manera, hay un inmenso trecho entre nuestra naturaleza y la visión que nosotros tenemos de ella, es decir, nuestra identidad. Nadie puede vivir sin identidad. Quien más o quien menos necesita identificarse con cualquier elemento que le sea familiar, que le muestre una parte de su personalidad en el día a día. Solamente será necesario ser conscientes de que esa identidad es una invención propia del ser humano para no llevar a cabo conductas irresponsables en su nombre. Una elección que determina nuestra bendición y nuestro castigo. Como diría la canción, el precio que nuestro personaje nos obliga a pagar.

Identidades asesinas, AMIN MALOUF. Ed. Alianza. Madrid. 2005

24 de mayo de 2011

Mouseland

12 de mayo de 2011

Al calor de la hoguera educativa


Es muy probable que crecer sea sinónimo de conocer mejor cuanto nos rodea, que el proceso intelectual se identifique directamente en ser consciente en donde vivimos, en qué tiempo lo hacemos y cómo hemos llegado hasta ahí.

Como la mayor parte de procesos vitales, es durante la infancia cuando empezamos progresivamente a especular sobre el mundo circundante en toda su extensión. No es algo que produzca en mi motivo de alegría. Un buen amigo suele decir que la vida deja de ser interesante cuando cumples 13 años y, bajo mi humilde opinión, tiene razón.

Viciados, enfermos patológicos del sistema educativo a cuyas altas radiaciones estamos expuestos desde que somos párvulos hasta que alcanzamos la senectud, se torna de obligado cumplimiento convertirse en autodidacta y rastrear, otear el horizonte, en busca de una ayuda extra, de un comodín en forma de manual global que inicie la inquietud del infante así como su capacidad de comprensión.

Esa ayuda, ese primer manual y también ese expendedor de sueños, para mí vino de la mano de seis letras tan simples como la t, la i y la n, unidas y repetidas dos veces en semejante secuencia.

Siendo uno de los personajes más estudiados e interpretados del mundo del cómic, mundo al que por cierto, según creo, escapa; Tintín, vilipendiado por los nuevos “protectores del bien” y de lo “políticamente correcto”, tachado de racista, anti- musulmán o pro- capitalista, sigue estando vigente después de más de treinta años de muerte pictórica.

En cierta medida, la relevancia tintiniana recae en la suerte que el personaje tiene de nacer en el contexto que nace, esto es, a finales de los años 30, y decimos suerte porque, sin quererlo, Tintín es un fantástico espectador de los cambios que se van a producir en los siguientes cuarenta o cincuenta años y, por extensión, para el lector se convierte en una fuente casi directa de la conciencia centro europea del momento. Tintín vive en el momento de la historia en el que precisamente ésta, más se acelera. Vive en el culmen de la maldad humana, pero también lo hace en el estado del bienestar. Recorre países que, en pleno siglo XX, todavía se encuentran en el XVI, pero también viaja al futuro en forma de aterrizaje lunar, adelantándose a la propia carrera espacial. El abanico es, a mi modo de ver, rotundamente espectacular.

Desde la sociedad americana de los años 30, con su ley seca y sus gánsteres, hasta los golpes de estado suramericanos de mediados de siglo, pasando por el tráfico de armas, opio o esclavos, o por los mayores descubrimientos arqueológicos, Tintín viaja allá donde Hergé ve la noticia, allá donde cree que el joven lector necesita información adicional sobre el mundo de los mayores. No es casualidad que en la escuela, en clase de geografía, solo aquellos que habíamos sido afortunados de acercarnos a éste pequeño mundo tintiniano, nos adelantásemos a la profesora diciendo que la capital de Nepal era Katmandú, al igual que la de Indonesia, Yakarta, y lo sabíamos porque era fácil saberlo, porque la tarde anterior seguramente le habíamos echado un ojo a Tintín en el Tibet o a Vuelo 714 para Sidney y con ello habíamos estudiado más y mejor que con los caros y antiproductivos libros de texto que nos tocó comprar, aquellos que ahora concienzudamente, tiempo después, han servido para dar calor dentro de la estufa.

La diversión era infinita. El tiempo se detenía cuando Tintín pilotaba cualquier vehículo en una trepidante persecución, o cuando Haddock, totalmente fuera de sí, profería su típica batería de insultos posiblemente ebrio de ron. Porque sí, el capitán siempre ha sido, recurriendo a su prolífera terminología, un bebe sin sed ¿y qué?, ¿acaso no deben saber los jóvenes que la vida en el mar es tan dura y solitaria a la par que especial y maravillosa como para tener que recurrir en ciertos momentos al ron? ¿acaso no deben saber que hasta una empresa titánica como es un viaje a la luna puede fracasar por las consecuencias del consumo de alcohol, por las imprudencias de un borracho?. Desde luego que sí, deben saber los límites del comportamiento humano y deben aprender tanto a entenderlos como a no sobrepasarlos. El cómic de Hergé está redactado e ilustrado en “bruto”, es decir, sin medias tintas, preparado en justa medida para ser masticado por el adolescente, a su nivel, ni más ni menos, sin hacer que nadie resulte muerto por herida de bala pero teniendo siempre en cuenta que las armas las carga el diablo.

Volviendo a la caracterización del personaje, resulta también curioso analizar qué es realmente Tintín. Sin ir más lejos ni buscar cinco pies al gato, Tintín es periodista, mejor dicho, es un héroe periodista. ¿Qué quiere decir esto? Que siguiendo los cánones de su profesión, el fin último de Tintín es buscar la verdad. Es importante resaltar esto porque no hay muchos héroes que tengan ello como objetivo. En el mismo sentido, tampoco los hay que no vistan mallas o no lleven los calzoncillos por fuera, o que no posean un poder especial, ya sea el de volar o una poción mágica que ingerir, o que rara vez se enfrenten contra los saboteadores de un oleoducto en Oriente Medio, o contra falsificadores de billetes en el Norte de Escocia, o contra tiranos del Este en posesión de armas ultrasónicas. Es por tanto, un héroe diferente, recurriendo al título de la obra de Lermontov, es un héroe de nuestro tiempo.

No todo van a ser flores. Antes he hecho referencia a ciertas calumnias que ha recibido nuestro amigo. Es evidente que en sus primeras obras, sujetas a la estricta censura católica del periódico en el que aparecían, abundaban ciertos prejuicios racistas muy arraigados que hacen que cualquiera de nosotros se escandalice al contemplarlos. Como cierto es también que la figura de Tintín representa el pensamiento occidental y por tanto, en un tiempo en el que tan enfrentado estaba lo occidental con lo oriental (Guerra Fría), resaltan sobremanera los valores capitalistas y la moral europea a la que tan complicado resultaba comprender todo lo que no saliera de ella.

Sin embargo, creo que Hergé lo tenía todo pensado y no subestimaba, al contrario de lo que hacen los educadores actuales, a nuestros lozanos adolescentes. Al lector aventajado de las aventuras del joven del flequillo se le presupone la suficiente capacidad intelectual para enterarse de todo ello tal y como aparece aquí reflejado. Me explico. Todos somos conscientes de dichos tintes conservadores pero a la vez también lo somos de que el verdadero sentido de los guiones no es el de mortificar a ciertas comunidades o ideologías sino satirizar, utilizar la ironía para acercarnos a ellas y luego, que cada cual elija la que más le guste. Ejemplo de ello es que Hergé se ríe de los conflictos por el poder entre dictadores en Suramérica cambiando de nombre a Tapiocapólis por Alcazarópolis cuando el general Alcázar sube al poder, en señal de inestabilidad política y de autorrealización de los tiranos así como se mofa igualmente de las celebridades públicas creando el esperpéntico personaje de Bianca Castafiore o de la ineficacia policial con Hernández y Fernández.

Si tenemos siempre en cuenta este tipo de interpretación y somos lo suficientemente hábiles para entender el contexto en el que fueron escritas, encontraremos en las obras de Georges Remi un basto paisanaje de culturas y civilizaciones, de ideologías e intereses, de relaciones internacionales y conflictos internos, de problemas de una sociedad en busca de sí y de sus propios éxitos (que también los hay) y de personajes no tan alejados de la realidad del momento, muchos de ellos identificados dentro de ella por el rapaz treceañero ya en su madurez mental. Pero en cualquier caso, y por encima de todo, encontraremos el descanso psicológico frente a las estupideces que hoy en día llaman libros o dibujos animados educativos donde ya no hay leones ingleses con sombrero de copa y bastón dando la vuelta al mundo en globo ni espadachines franchutes enarbolando la bandera de la fraternidad, ni siquiera irreductibles galos resistiendo hoy y siempre al invasor.

Ya no, hoy tenemos la educación literaria que nuestros magníficos pedagogos visionarios, esos que pueblan las facultades de educación, quieren que tengamos, la educación del aprendizaje cooperativo, del esfuerzo mínimo (por parte del profesor), del mil veces camuflado libro de texto de pinta y colorea, de la melonada de libro de lectura recomendado por las editoriales… pero mientras haya un Tintín en cualquier librería juvenil no podrán con nosotros, de veras que no ¡Mil rayos y centellas!


Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta.

Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.

27 de abril de 2011

Una forma de gobernar

Es un tema que ya no está de actualidad. El de los controladores me refiero. Tras la publicación del laudo de obligado cumplimiento por parte de Manuel Pimentel las aguas volvieron a su cauce y ya no se ha hablado más de ello. Sin embargo es un asunto que los historiadores del futuro estudiarán no como algo aislado sino dentro de una dinámica general, de una forma de hacer las cosas por parte de un gobierno que tras siete años en el poder ha colocado al país al borde del abismo. El problema de los controladores es sólo un detalle más que muestra una manera de trabajar que podría ser definida con dos palabras: profunda incompetencia.


No seré yo quien haga el trabajo de los historiadores. Al análisis de los años del gobierno de Zapatero le dedicarán muchas páginas. Sin embargo sí me gustaría tratar brevemente algún aspecto poco comentado del conflicto que se desató el pasado mes de diciembre entre el gobierno y los controladores cuando éstos abandonaron sus puestos de trabajo.


Coloquialmente decimos que los controladores “se echaron al monte”. No voy a justificar eso. Sin embargo no me creo que lo hicieran porque fueran unos miserables que querían chantajear al gobierno. Veamos lo que sucedió la mañana del viernes 3 de diciembre, lo que desató la tormenta.


Para analizarlo pongo un extracto del BOE del 3 de diciembre que regulaba las condiciones laborales de los controladores (puede verse en http://www.boe.es/boe/dias/2010/12/03/pdfs/BOE-A-2010-18651.pdf, en la página 101.075 y 101.076)


(...) La actividad aeronáutica anual no excederá de 1.670 horas, sin perjuicio de la posibilidad de ser incrementada con horas extraordinarias hasta un máximo de 80 horas anuales. En el cómputo de este límite anual de actividad aeronáutica no se tendrán en cuenta otras actividades laborales de carácter no aeronáutico, tales como imaginarias y periodos de formación no computables como actividad aeronáutica, permisos sindicales, licencias y ausencias por incapacidad laboral.


Las negritas son mías. Y lo son para destacar el despropósito. El texto regula el número de horas que debe hacer al año un controlador (1.670), pudiéndose incrementar extraordinariamente en un máximo de 80. Hasta aquí todo normal. El problema viene en la forma de contabilizar esas horas. Y el Real Decreto lo deja bien claro: no se contabilizarán ni licencias ni ausencias por incapacidad laboral.


Al hablar de licencias se refiere al permiso por maternidad, al permiso por enfermedad o muerte de un familiar o al permiso por una boda (lo que conocemos comúnmente como luna de miel). Y las ausencias por incapacidad laboral son las bajas por enfermedad (una gripe, stress, una operación...). Todo esto es lo que se conoce como derechos laborales de los trabajadores que tenemos garantizados no sólo en España sino en todo el mundo occidental. Algo que ha sido conseguido poco a poco y con gran esfuerzo a lo largo del siglo XX por la izquierda europea fundamentalmente.


Por eso sorprende que el gobierno de Zapatero, paradigma de la izquierda dialogante, decidiera ventilárselos de un plumazo. Porque no es ni medio normal que si tienes un hijo y te tomas el permiso de maternidad que te garantiza la ley tu empresa te diga que luego tienes que recuperar ese tiempo porque no se contabiliza. Tampoco es ni medio normal que te cases, te vayas de luna de miel y luego tengas que devolver esos días. Para eso ni uno se acoge al permiso de maternidad ni opta por tener una luna de miel.

Y lo de no contabilizar las bajas por enfermedad es algo que clama al cielo. Hombre, una gripe suele ser una semana. Una semana aún se puede recuperar pero como te diagnostiquen una enfermedad que te tenga nueve meses de baja no se me ocurre la forma de hacer esas horas perdidas.


Todo esto forma parte del tremendo disparate ejecutado por el gobierno de Zapatero la mañana del 3 de diciembre de 2010. Un disparate que puso en pie de guerra a los controladores, que dejó sin vacaciones durante el mayor puente del año a 600.000 personas y que se solucionó decretando el Estado de Alarma. Muy bien. El gobierno de España solucionando un conflicto laboral mediante una acción de fuerza. Es lamentable que una cosa así se produzca. Pero es increíble e injustificable que suceda en un país occidental a comienzos del siglo XXI. No obstante, lo verdaderamente grave es el Real Decreto que fulminaba los derechos laborales de unos trabajadores. De ello los historiadores hablarán largo y tendido en el futuro y lo relacionaran con una particular forma de gobernar: a decretazo limpio (reforma de las pensiones, reforma laboral, recorte de los sueldos de funcionarios y un largo etcétera). Y sentenciarán. No les quepa duda.

24 de marzo de 2011

¿Qué pasa en Portugal?


José Sócrates, secretario general del Partido Socialista y primer ministro de Portugal presentó ayer su dimisión tras ver como se rechazaba en el Parlamento el cuarto plan de austeridad presentado en el último año por el Gobierno. Este plan estaba encaminado a reducir el déficit en 2011 para cumplir con el objetivo de situarlo en el 4,6% del PIB.

Desgraciadamente, el menor de los problemas de nuestro país vecino es la dimisión de Sócrates. Portugal necesita mucho dinero para seguir funcionando y rehacer su maltrecha economía, el problema es que gasta más de lo que gana, por lo que necesita pedirlo prestado. Lógicamente nadie te lo va a prestar si no vas a poder devolvérselo, de ahí los cuatro planes de austeridad presentados para dar tranquilidad a los prestamistas. Lamentablemente esto no ha surtido efecto, y actualmente el rendimiento de los bonos portugueses a 5 años está cerca del 8%.

¿Qué significa esto de los bonos?. Un ejemplo, si yo le presto 1000€ a Portugal, nuestro país vecino me va a pagar durante 5 años unos intereses del 8 % anual, es decir 80€ al año. Cuando pasan los 5 años me tiene que devolver los 1000€ que le dejé. Así, Portugal me ha acabado pagando 80x5=400€ de intereses. Este es un método que utilizan todos los países para financiarse, pero claro, cuando hay posibilidades de que no puedas devolver el dinero, los intereses suben. Los expertos consideran insostenible un nivel de más del 7% (el bono a 5 años español está al 4% y el alemán al 2,5%).

Este plan de ajuste que se votaba era la última oportunidad de Sócrates de evitar la intervención internacional, pues ahora, al problema económico le añadimos una incertidumbre política que seguramente va a hacer que suban todavía más los intereses de la deuda lusa, con lo que no le va a quedar más remedio, si no quiere quebrar, que ponerse en manos de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, siguiendo la senda de Irlanda y Grecia. Es decir, va perder su soberanía económica para seguir los dictados que le marquen estas instituciones.

¿Por qué pasa ahora? ¿Está Portugal mucho peor que hace unos meses? La verdad es que no, lo que pasa es que hasta ahora, el BCE (Banco Central Europeo) le ha estado comprando bonos intentando ganar tiempo. Sin embargo, parece que el período de gracia ha terminado. Y es que, pese al encarecimiento de la financiación lusa, el BCE no ha vuelto a realizar ninguna compra adicional de deuda desde la semana pasada después de haber adquirido 20.000 millones de euros desde mayo hasta ahora. Esto coincide (que casualidad) justo con la cumbre de los líderes europeos que empieza hoy, en la que por cierto, no se iban a tomar medidas concretas (como el refuerzo del fondo de rescate actual para países con dificultades financieras) porque los Jefes de Gobierno de los Veintisiete no se ponen de acuerdo.

Lo que ha sucedido en Portugal se podría interpretar como una forma que tiene el BCE de decirle a la Unión Europea que él no va a estar siempre comprando deuda de países con problemas porque esa no es la solución, el dinero no es infinito e incluso el propio BCE podría llegar a tener problemas, la deuda no se soluciona sólo con más deuda, sino que también hay que hacer reformas económicas estructurales; los políticos se tienen que poner las pilas, apartar sus diferencias y articular mecanismos para facilitar liquidez a los paises con problemas y para evitar que esto vuelva a suceder, como la reforma del fondo de rescate que dijeron que iban a hacer, aumentándolo y autorizándolo a comprar bonos de los países con problemas.

Lo delicado de esta situación es que Alemania, que es el principal contribuyente al fondo, no lo va a sacar adelante sin no se ratifica lo que ha llamado Pacto del euro, que implicaría para los países que lo suscriban la obligación de realizar importantes reformas a la alemana como podrían ser adaptar la edad de jubilación a la esperanza de vida, controlar los costes salariales y alinearlos con la productividad, flexibilizar el mercado de trabajo, incluir frenos a la deuda y el déficit en las legislaciones nacionales, una mayor coordinación del impuesto de sociedades, etc. El problemas es que algunas de estas reformas conllevarían una pérdida de independencia de las políticas económicas de los países miembros que pasarían a gestionarse desde Europa, algo que a muchos no les hace gracia.

Veremos que pasa porque si a Portugal no se le rescata pronto, los siguientes en tener problemas podríamos ser nosotros.